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Los servicios no cuentan con suficientes intensivistas como para expandir la capacidad y los que hay están exhaustos física y emocionalmente.
23 de abril de 2021 08:11
Más allá de su ascenso preocupante, el porcentaje de camas de terapia intensiva ocupadas en los distintos distritos del país muestra que existe, todavía, cierto margen de acción para evitar el colapso del sistema sanitario. Sin embargo, detrás de las puertas de las terapias intensivas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) -y más allá de ellas, en las camas que desbordan el lugar asignado al servicio y copan habitaciones no pensadas para la asistencia de pacientes críticos- la percepción es otra. A los profesionales de cuidados intensivos la segunda ola los encuentra ya sobrepasados.
"Lo que te puede transmitir cualquier persona que trabaja en una terapia intensiva pública o privada de la Ciudad de Buenos Aires es que estamos al límite, no sólo en el número de camas sino fundamentalmente en el estado del personal. Las terapias intensivas viven un clima horrendo", dice a elDiarioAR Arnaldo Dubin, referente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) y jefe de ese servicio en el Sanatorio Otamendi.
"Los intensivistas -enfermeros, kinesiólogos, médicos, otros profesionales y no profesionales- ya éramos pocos antes de la pandemia, trabajábamos precariamente y con el Covid-19 fue todo un desastre. Estamos diezmados por la enfermedad; un montón se contagiaron, algunos no han vuelto a trabajar, otros fallecieron, otros no quieren hacer más terapia intensiva. La carga de trabajo es descomunal. Estamos exhaustos física y anímicamente"
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