Los que miran, los que opinan, los que lloran. Los que intentan darle sentido al hecho. Los que quieren manifestarse, los que se olvidan quienes fueron, los que juzgan adicciones y se toman el clonazepan y la botella de whisky todas las noches. Los que se abrazan al dolor, los que usan la herramienta de la escritura como un arma y las redes como desahogo de sus propias miserias. Todos aparecen en la tragedia, todos saben más que la víctima, todos saben más que el asesino, todos se creen con derechos plenos y con varas altas.

Están los que miran y los más peligrosos.... los que se silencian y opinan en voz baja, mientras siembran y riegan de dudas las mentes ajustadas de unos cuantos, que ante la adversidad se atan aún más fuerte los cordones de los botines para seguir juzgando.

Hay que entender que nadie busca ni deja de buscar la muerte. Que quienes son adictos a lo que sea, vivencian un infierno. Que nadie ayuda con opiniones compradas en una feria de antigüedades ni en una gran barata. No hay que perder el eje de la justicia, no hay que naturalizar ningún crimen, sea bajo las circunstancias que sean.

Nadie tiene por qué matar a otro.

Y quienes bordean los abismos existenciales por las razones que sean, también tienen derecho a vivir y a no ser aniquilados como todos los que elegimos otras formas. Porque este es el mundo que habitamos y al que no le gusta que desarrolle la tolerancia o que salga a matar y pague con la cárcel: no con plata.

Ante la tragedia, empatía...

Ante el crimen, empatía....

Ante el dolor, empatía...

Así sí, podemos ayudar... ver más claro, buscar la verdad y que cada uno tenga su condena. Todo lo demás son habladurías.

No tengan miedo de compartir una foto.

No tengan miedo de pedir justicia

No tengan miedo a apoyar el esclarecimiento de un crimen.

No elijan vivir en una sociedad que encubre asesinos.

Cristela Cicaré (en facebook)